Entrevista a Lidia Elías

Lidia Elías: "Adonde está mi corazón, ¡ahí voy!"
ENTREVISTA: Sep 30 2008

Un dolor lumbar le cambió la vida y la acercó a la felicidad. La exigente ejecutiva quedó en el camino y se entregó a una metodología que viene gestando mejores seres humanos.
"Nosotros decimos que lo que pasa adentro, pasa afuera". Lidia Elías habla del cuerpo, pues este plasma a la perfección nuestro estado emocional. Una década atrás, ella subía y bajaba de aviones y diseñaba proyectos. ¿Su objetivo? Como presidenta de una ONG, promover una real democratización del país a través de alternativas de desarrollo que tomen en cuenta al trabajador.
Una década atrás, un dolor lumbar la llevó al taller de Tomás Rouzer, un investigador estadounidense que llevaba años aquí dándole forma a lo que hoy son las artes somáticas aplicadas. Rouzer le enseñó a escuchar y atender a su cuerpo, Lidia se sanó.
Dejó de subir y bajar de aviones. Lidia hoy preside la Escuela de Artes Somáticas Aplicadas. Junto a Rouzer y sus nuevos colegas, brinda talleres que están cambiando vidas.
Hace diez años, su vida dio un vuelco radical.

Sí.
Presidía una ONG que veía temas laborales, era una especialista en planificación con libros publicados sobre sus investigaciones; y lo dejó todo para convertirse en una terapeuta basada en artes somáticas aplicadas.
El cuerpo te habla... la cosa es que tú te abras a sus mensajes. En mi caso, fue una ciática (dolor agudo del nervio ciático causado por la inflamación o compresión del mismo). Yo era una ejecutiva, una de las cosas que me encantaba de mi trabajo era diseñar y formular proyectos; y viajaba mucho. Soy muy independiente: no necesitaba que nadie me llevara las cosas. Yo lo hacía todo. Hasta que la vida me paró... Salía de mi edificio, la puerta de la cochera se había caído y no estaba el portero. Dije: "Yo la levanto", y ¡plaf! sentí algo. "No es nada", pensé. Hasta que me dio una ciática. No podía levantar ni medio kilo. ¿Sabes lo que es eso? ¿Para mí, una mujer acostumbrada a ir con sus maletas por los aeropuertos? No podía moverme.
Y en busca de una solución...
Comencé con la medicina convencional. Me fui a la Clínica Americana. Me atendieron bien, pero hasta donde da la medicina convencional. Fui a otro lado, ¡el médico me quiso operar! No. Comencé a buscar entre lo alternativo. Hice tai chi, conocí a dos mujeres que conocían a Tomás Rouzer, pero como me veían como una ejecutiva, pensaban: "¿Qué va a querer reducir la velocidad?". ¡Pero yo ya estaba reducida! Me dieron su número y lo llamé.
Se curó y comenzó a meterse en un mundo distinto al suyo. ¿Cuál fue la reacción de sus colegas?
Es que yo soy un poco rara. Todos me miran, pero les gusta lo que hago. ¿Qué pasó? Comencé a hacer 'cositas' pequeñas (talleres) para las secretarias, porque según yo estaban muy tensas (ríe)... ¡Y venían! O sea, comencé a meter a la gente en lo que yo me estaba metiendo.
Les parecería una marciana.
¡Al contrario! Porque comencé a cambiar. Yo era de las que querían que todos vayan a su ritmo. "¡Rápido y bien!", les decía, y todos me seguían. Sin embargo, comencé a cambiar. Tú no te das cuenta, pero los demás sí; y les gustaba.
Dos años después, le dijo chau a su vida pasada.
Es verdad.
Le dijo chau a su sueldo en dólares.
A la seguridad de que me iban a pagar todos los meses.
Se metió en un mundo incierto.
Con una base, porque ahorré y dije: "Voy a darme un sabático".
¿Por qué decidió dar ese paso?
Porque yo soy una mujer de corazón. Adonde está mi corazón, ¡ahí voy! Cuando trabajé en el Ministerio de Trabajo, ¡ahí estuvo mi corazón! Cuando estuve en ADEC-ATC (Asociación Laboral para el Desarrollo), también. Pero dejé de estar en esos proyectos. Los seguía realizando, pero mi corazón estaba en otra. Pude haber continuado así, porque me lo propusieron. Pero no. Mi vida no iba por ahí. Tenía que dedicarme a lo incierto.
¿Qué hizo?
Ahorré. Así me di dos años sin trabajar, solo me dediqué a seguir el curso de formación.
¿Qué fue lo más difícil?
Comenzar a soltar a mis personajes, a mis roles...
¿Internos?
Y roles externos, también. Comencé a soltar todo lo que yo era hacia afuera.
¿Cómo es eso?
Tuve que soltar a la ejecutiva. Tuve que soltar a la Mujer Maravilla, ¡porque yo soy la Mujer Maravilla! (ríe)... Todavía estoy en proceso.
Los gustos que se solía dar...
¡Cambiaron totalmente! Eso fue fácil, y fue un alivio, porque comencé a ser yo misma.
Hoy preside EASA. Ya no gana como antes.
Confío en la abundancia del universo. Sé que suena raro, pero es cierto. Yo misma me asombro: a veces no tengo y, de pronto, me sale un taller que tengo que dar en un colegio o para una gente. Yo sé el valor que tiene mi trabajo, el precio que tiene en el mercado. Ahora, que no se lo cobre a todos por igual, también es verdad.
Es una decisión suya.
Es mía. Porque podría decidir meterme en el mercado laboral como una guerrera y --conociéndome-- podría tener éxito. Pero ese no es el sentido de este cambio.
Ahora ayuda a que la gente descubra su cuerpo. ¿Para qué?
Para tomar conciencia, para ampliar la conciencia respecto de cuál es tu esencia. Para que sepas si estás viviendo realmente la vida que quieres vivir.
Está ayudando a que la gente se encuentre consigo misma.
Yo facilito. Cada uno llega al nivel al que quiere llegar.
Las universidades y las escuelas de negocios postulan que debemos ser unos tigres que entren a comerse el mercado. A quien lo hace, se lo considera un líder.
Hay todo un abanico de opciones. Esa no es más que una parte del abanico. Es válida para quienes quieren ese tipo de vida, pero nosotros trabajamos con otro tipo de liderazgo: con el liderazgo interior, a través del cual vas descubriendo tus propios recursos creativos. Así, un ama de casa que cree que no sirve para nada, puede descubrir que es una ejecutiva. La idea es disfrutar lo que estás haciendo, ¡siempre!
De bebes solíamos jugar y disfrutar con nuestros cuerpos. Conforme crecemos, la sociedad nos inventa maneras correctas de jugar. Usted ayuda a que uno vuelva a entrar en contacto consigo mismo.
Nosotros jugamos mucho con el niño interior, todo el tiempo. Tu niño es tu artista interior, y trabajamos con esa parte; y como el trabajo es sutil, hay gente que descubre movimientos que creía que ya no podía hacer. Por eso discrepo con el sistema educativo, porque por querer que entremos en una etapa más racional, nos quita a nuestro niño.
Cuando es a través del juego que uno aprende a ser feliz.
Porque comienzas a ser tú mismo. Jugando nos vamos quitando las máscaras. Me preguntaste: "¿Qué fue lo más difícil en este proceso?". Eso: quitarme una máscara, quitarme la otra. Hace un par de años decidí que no me iba a teñir más el cabello. Tuve mucha resistencia. Pero para mí era tan natural. Yo me quería sentir libre, hacer lo que yo quiero. El trabajo es ese: ir sacándote las máscaras. En ello hay una parte muy feliz, pero también otra en la que te enfrentas con tus cosas más fuertes, y hay mucho dolor.
Pero es necesario que cada uno afronte su propia 'comisión de la verdad y reconciliación'.
¡Sí! Es eso.
Y pensar que descubrió esto debido a un dolor lumbar.
La vida te va llevando.
Su gente de la ONG cree que aún usted puede volver.
Ya no, hasta hace un par de años. Creo que extrañan mi entusiasmo, porque eso es algo que yo tengo cuando me meto en una cosa.
Uno viene a la vida para eso: para vivirla con entusiasmo.
Ese es nuestro gran reto y la maravilla de la vida. Solo que nos gusta el sufrimiento, ¿no? Si tú no te quejas, ¡no pues! Es cierto, una enfermedad te produce preocupación, dolor y te perturba. Pero lo que aquí aprendes, es a centrarte, a que tienes recursos. Cuando tú aprendes a quitarle a tu cuerpo movimientos superfluos, cuando lo usas de manera más eficiente, tu vida empieza a cambiar y tú comienzas a fluir, comienzas a soltar el control. Hay que soltar el control, porque la vida te abre un camino.
Hay que confiar en que eso pasará.
Eso es lo esencial: confiar.

Entrevista realizada el 30 de Septiembre del 2008, por Antonio Orjeda.

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